La Pimienta, en La Matanza, lleva más de 50 años abierto porque “se hacen las cosas bien, hay productos de primera calidad y buena atención”
Domingo Rivero y Candelaria Padilla iniciaron hace más de 50 años, en la década de los 70, el negocio de La Pimienta, un restaurante de pescado que ofrecía salemas y lisas, que hoy casi nadie quiere. Por los alrededores correteaba José Domingo Rivero Padilla que hoy, junto a sus hermanas y sus hijos, continúa el negocio familiar. El secreto del éxito de una casa de comidas especializada en pescados y ubicada en un empinada calle de La Matanza lo resume José Domingo así: “Porque se hacen las cosas bien, productos de primera calidad y buena atención. La gente viene aquí a disfrutar. Si alguna vez no hay pescado, pues cerramos la puerta porque no vamos a poner cosas malas”. Así de sencillo.
A la hora de la entrevista, poco antes de abrir, la cocina ya está en plena faena, las bandejas repletas de pescado, las mesas puestas y algún cliente impaciente esperando dentro del coche aparcado a que se abran las puertas de este restaurante, ubicado en la calle Toscas de San Antonio, 70, en La Matanza.
“Aquí se come pescado”, afirma José Domingo, que señala las “morenas, el pulpo, el camarón, que compramos a los pescadores y a intermediarios que te quitan el problema de bajar a las playas y ver lo que traen”. Casi todo, producto fresco del norte de la Isla, y respira aliviado: “Gracias a Dios me tienen surtido”. Y hay donde elegir, “pulpo, bocinegro, samas, morena, viejas, de todo lo que hay aquí. Sargos, medregales. Lo que más se ve son viejas, bocinegros, pargos y cabrillas. Mero hay de vez en cuando porque no abunda tanto”. Luego, reconoce que “algunos tienen menos salida. Lo que sí ha dejado de pedir la gente son las salemas y aquí empezamos con ese pescado y con lisas y hoy no hay quien se coma una salema. Están ricas, pero la gente no las quiere”.
La clientela suele ser local, “pero también extranjeros. Últimamente muchos alemanes e italianos, ingleses menos”, precisa el propietario de La Pimienta. “Son gente que pasa aquí los inviernos y suelen venir a comer. Ellos llegan a las doce y media y después de la una es cuando vienen los canarios”, señala entre risas y recuerda que “el otro día en Google un señor alemán puso que estaba muy bien, que le gustó mucho, pero que los españoles tenemos el horario cambiado porque cerramos por la tarde”.
José Domingo está convencido de que “un restaurante de pescado no desaparecerá nunca. Cualquiera que monte un bar de pescado y lo sepa hacer, le va a funcionar”. Y a la hora de hablar de la continuidad del negocio, señala: “Tengo una hija que tiene una carrera, pero a ella le gusta estar aquí conmigo”, afirma entre carcajadas. “Y el chico mío también está en la cocina. Yo espero que continúen”, afirma, aunque luego piensa: “Ojalá que no, que hagan otras cosas”. “Quizás influya que tenemos buen horario, y cerramos en verano y en Navidad, siempre de acuerdo con todos”, añade.
El propietario de La Pimienta reconoce que “antes había más capturas que ahora, pero yo creo que los pescadores son más profesionales que antes y los barcos están mejor preparados”. Y pocas veces se ha quedado sin pescado, “porque cuando no hay viejas hay morenas. Depende de si el mar está malo, pero con el cambio climático cada vez está mejor; antes, recuerdo en invierno de pasar dos meses y no había quien se metiera en el mar”.
El vino lo compra embotellado y algo a granel, sobre todo blanco, que es el que pide la clientela. “El 99% de los vinos blancos que tenemos son canarios”. “Y seguimos sin café porque si no la gente no se va”, remata entre risas. | José L. Conde