Si hay algo que identifica a los españoles es su afición por las barras. Me refiero a las barras de un bar. Las hay por todo el territorio español, da igual la comunidad autónoma que sea. Si algo une a los españoles, más allá de patrioterismos, es el disfrute de una barra de un bar.
Si para un estadounidense las barras de su bandera lo son todo, para los españoles la barra del bar es nuestra identidad más representativa y culinariamente única en el mundo. Desde por la mañana, el desayuno con jugo de naranja, café, medio bocadillo o tapa de tortilla. Al mediodía, el aperitivo con vino de la casa, caña o vermut, tapa e incluso una comida rápida. Por la noche, ración de queso o jamón, algún plato compartido y unos gin tonic antes de irnos a acostar o sabe Dios a dónde.
Aunque en los últimos años es verdad que las barras del bar iban perdiendo auge, y transformándose en gastrobares, de poco para acá han ido resurgiendo, como lugares donde ofrecer los platos que han sido seña de identidad de la gastronomía de las antiguas casas de comida. La barra ha sido la mesa común donde no solo se compartía comida y vino. También ha sido lugar de reafirmar afectos, de conocer nuevas amistades, de estrechar lazos familiares, de fijar nuevas relaciones, eso sí como dice la canción “juntitos los dos”. ¡Y ahora separaditos por una mampara! | José L. Conde