Los bocados más caros del mundo se rinden a la tradición y la salud

Una de las tapas presentadas en el Salón de Gourmets | Foto: salondegourmets.net
Una de las tapas presentadas en el Salón de Gourmets | Foto: salondegourmets.net

Un pan hecho con quinoa, chía, maíz, espelta y malta de cebada, de 400 gramos, alcanza los 192 euros debido, sobre todo, al oro y la plata que le acompañan

Un bocadillo del pan más caro del mundo relleno de pollo vegano, acompañado de unas aceitunas con alga wakame y un “bloody mary” de tomate ecológico, podría ser uno de los más innovadores menús, lujoso y saludable, que saldría de unir algunos de los productos de la XXX edición del Salón de Gourmets.

En su penúltima jornada, esta cita alimentaria que se celebra en Madrid se afianza como un auténtico mercado donde se dan cita un total de 1.100 nuevos productos delicatessen, eso sí, y como suele suceder, sólo algunos de ellos destacan por su originalidad, la innovación, la tradición, el respeto por la salud y, por qué no, por su locura.

En el caso de la panadería Pan Piña no fue la falta de cordura precisamente la que provocó que en este pequeño negocio familiar de Algatocín, municipio malagueño de 927 habitantes, naciera el pan “El luto del pan industrial”, es decir, el pan más caro del mundo.

Hecho con quinoa, chía, maíz, espelta y malta de cebada, lo que le da el color negro, este pan de 400 gramos alcanza los 192 euros debido, sobre todo, al oro y la plata que le acompañan.

“Nuestros principales clientes son rusos y árabes, aunque ahora hay un empresario chino que me ha invitado a su país para que le haga pan”, cuenta a Efe un orgulloso Juan Manuel Moreno, propietario de este negocio, que presume además de tener este pan en tres formatos: con copos de oro o plata, con polvo de oro o plata y con chavín de oro o plata.

Pero si hay algo por lo que realmente saca pecho Moreno es porque su pan es “de verdad”, y por eso su pan dorado está dedicado a todos los artesanos que “hacen salud” todos los días.

Y del pan a las salsas, porque en el Salón de Gourmets también se puede encontrar la salsa más picante de España, de nombre “Al sur del infierno”.

Pocas cosas puede aplacar la sensación que produce este alimento que Salsas Sierra Nevada produce en Granada, pero esto es lo que quería su fundador, el granadino-americano Carlos Carvajal, quien en 2012, cuando regresó de Estados Unidos a la ciudad andaluza para cuidar a su madre, pensó que “un día” el picante llegaría a nuestro país.

Realizada con pimiento habanero, zanahoria y extracto de capsaicina, entre otros productos cercanos al averno, esta salsa de inspiración californiana, con un precio que ronda los seis euros, nace en tierras andaluzas, donde Carvajal cultiva 8.000 plantas de picantes.

Sin salir del color rojo ni de Granada, en esta cita madrileña que dirá adiós mañana también se encuentra el cóctel “bloody mary” más innovador, dado su cuidado del producto, su respeto por la receta tradicional y su moderno envase, que, a modo de botellín, permite tomárselo en cualquier lugar.

Tras tener un excedente en el cultivo de tomates, el restaurante Juan Ranas creó una línea de conservas en la que sobresale su tomate frito, hecho a partir de la receta familiar. Y fue la pasión por este clásico cóctel de Manuel del Castillo, propietario del establecimiento, la que le llevó a inventarse este “bloody mary” con acento andaluz.

Si el oro encareció el pan, este metal también lleva tiempo siendo utilizado en la gastronomía para ensalzar otros productos como la sal o el vino, en el caso de la empresa Gold Sal o las Bodegas Alcardet.

Pensando en un aperitivo, las aceitunas son algunas de las reinas con más territorio ganado en este salón, pero, ya que en el arte del “aceituning” todo es posible, la salinidad de alga wakame hace que el sabor de una aceituna manzanilla se potencie, como lo hacen en “La Sabrosita”.

Para los veganos, la “Carnicería Vegetariana” hace que este oxímoron genere un nuevo concepto: el de comerse unas gambas, croquetas o salchichas que no contienen nada de proteína animal. Y pese a la ausencia de esto, el bocado se convierte en una admiración por ver cómo la pequeña industria da pasos de gigante a la hora de sorprender y ayudar a cualquier tipo de comensal. | Pilar Martín | EFEAGRO