Humor Gástrico | Los mantecados

Ilustración: Eduardo González
Ilustración: Eduardo González

Cuando yo era niña el helado se llamaba mantecado y era de vainilla, fresa o chocolate. Se podían tomar en vasitos, en cucuruchos y en cortes. Las otras variedades refrescantes del verano eran: los polos [de fresa, de limón y de naranja], la horchata, la leche merengada y la granizada de limón o de fresa. Y ahí se acabó la oferta heladera. El mejor sitio era –aún lo sigue siendo- La Alicantina, en la calle de La Rosa, a donde voy de vez en cuando a llevarme los litros de leche merengada entre una dieta y otra.

Pero como el mundo evoluciona, los mantecados son ahora un dulce navideño y lo que tomamos en verano se llama helados. El corte de vainilla se transformó en un sándwich y los cucuruchos en cornetos. Y no les digo más que las granizadas ahora se denominan sorbetes y son de cualquier fruta que se les pase por la imaginación, desde la sandía hasta los higos chumbos. Sólo se mantienen invariables la horchata y  la leche merengada.

La primera revolución que recuerdo fue la aparición de los helados exóticos. Los de mango, plátano o sandía. Y que los cucuruchos, en vez de saber a hostias, tenían consistencia de galletas. Luego apareció el helado italiano, que era más sabroso y tenía más variedades, pero la verdadera revolución vino del palo de los polos, que dejaron de ser hielo con sabor a fruta para adquirir una sofisticación de pasarela. Se cubrieron de chocolate, se rellenaron de cualquier cosa y tomaron nombres sonoros como mulato, magnum, trufo-plus; siguieron siendo polos de hielo pero se quitaron el palo y se metieron en una funda de cartón, desde donde reaparecieron con nombre como aúpa y calippo, kontiki, super twister y drácula…

Lo de los cornetos hay que mencionarlo aparte. Se ha convertido en el postre ideal de los guachinches, los bares de carretera y los restaurantes de pueblo y ayudan a hacer la digestión –eso dicen- de las garbanzas, el conejo en salmorejo y el estofado de cabra. Y por supuesto, han ampliado su gama de sabores y presentaciones, desde el corneto soft hasta el truficono, con m&m o con malteser.

Debe saber que en aras de la estética y el consumo masivo, el helado de ahora se diferencia de mi mantecado de antes en un par de cosas. La primera, que hasta el 150% puede ser aire y la segunda, que en vez de crema de leche, por lo general, se utiliza AVH (aceite vegetal hidrogenado) y en lugar de frutas y otras materias primas suelen utilizarse esencias saborizantes y colorantes. Vamos, que el mantecado es alta costura y el helado es pret-á-porter.

La evolución de los helados sigue adelante y hay quien ya intenta ofrecer cucuruchos de fabada refrescante, así que no descarto uno de conejo en salmorejo o de plátano con gofio. En no sé qué país pretenden comercializar un helado hecho con una gelatina de un pescado parecido a la anguila porque dicen que no engorda y en Japón, creo, experimentan con un alga para que el helado no se derrita ni en plena ola de calor.

La tontería posmoderna ha hecho que me encuentre una página web para padres y madres donde les recomiendan que sus hijos den lametones a los helados y no se los coman con cucharita porque esto último les podría provocar faringitis. Es como volver al siglo pasado, cuando me prohibían tomar helados en “esos días” para que no se me cortara la regla. ¿A que se han quedado helados? | Carmen Ruano y Eduardo González