Manducatoria | Caldo para resucitar muertos… y mucho más

El caldo, listo para ser consumido | Foto: Manducatoria
El caldo, listo para ser consumido | Foto: Manducatoria

En nuestra casa lo hemos bautizado como caldo de Navidad, aunque su función es la de resucitar a los muertos por dolor de cabeza tras una resaca o la de ‘sentar las madres’ tras los atracones en compañía de la familia, los amigos e incluso los compañeros de trabajo propios de estas fechas y a pesar de la crisis. Pero el caldo da para mucho más.

Se puede tomar solo el caldo –para los más perjudicados-, con picadillo de gallina, carne, garbanzas y huevo duro –para los amigos de los tropezones- y con fideos –para los clásicos-, siempre con un par de hojitas de yerbabuena.

Pero el caldo da para mucho más: para hacer una buena ropa vieja y para croquetas. El elemento imprescindible es, pues, un caldero cuartelero que acoja todos los ingredientes con generosidad. Luego una pequeña colección de tupperware, que originalmente se presentó como “el tazón maravilla”. Y finalmente, espacio en el congelador.

Ingredientes:

Ocho o nueve cebollas

Tres dientes de ajo

Media gallina

Medio kilo de carne limpia o morcillo

Un pimiento verde

Tres puerros

Medio kilo de garbanzos

Azafrán

Sal (o pastillas de caldo)

Elaboración:

Poner todos los ingredientes en un caldero cuartelero (o lo más grande que se tenga) y guisar a fuego mediano durante tres horas, hasta que la gallina y la carne estén tiernas. Ir probando de sal para ajustar al gusto de cada uno.

Una vez finalizada la cocción, separar el caldo. Desmenuzar la gallina y la carne y picarla en el caldo. Añadir también parte de las garbanzas.

A la hora de servir se puede presentar sólo el caldo, con el picadillo y las garbanzas e incluso un huevo duro picadito o simplemente con fideos. Imprescindible adornar con hojitas de yerbabuena que le dan un sabor perfecto.

Aprovechamiento: Parte de la gallina, la carne, las garbanzas, un puerro y una cebolla se pueden reservar y congelar para hacer, más adelante una inmejorable ropa vieja, olvidados ya los excesos navideños y recuperada la estabilidad en el estómago.

Con los mismos ingredientes, en una cantidad más pequeña, podemos rellenar otro tupperware de forma que cuando añoremos aquel caldo navideño podamos resucitar su sabor en forma de croquetas, que desaparecerán rápidamente del plato.