El esfuerzo en gastronomía

Últimamente se oyen muchas voces en defensa de la cultura del esfuerzo. Las propias autoridades educativas, y también las que no lo son, aconsejan inculcarla para evitar que los jóvenes permanezcan anclados en los malos datos del fracaso escolar que nos hacen ser la vergüenza de Europa.  Ya inmersos en el mundo laboral no cesan las críticas. La prueba está en las declaraciones de Juan Roig, presidente de Mercadona, quien nos recomienda imitar a los chinos, no precisamente al millón de ricos que posee un patrimonio superior a 1,5 millones de dólares, sino a los empleados de los bazares. Estos que se pasan la vida trabajando en sus negocios sin disfrutar de las alegrías del se acabó de la jornada laboral o el descanso del fin de semana.

También en el mundo de la cocina hemos visto cómo los grandes chefs nos explicaban con palabras sencillas recetas que implicaban un enorme esfuerzo tanto para buscar los productos como para elaborar los platos y especialmente, emplatarlos. ¡Qué coñazo, con perdón! Pero como toda acción tiene su reacción, ahora se ha puesto de moda un tal Falsaruis Chef, que oculta su identidad bajo una gafas de plástico y una rotunda nariz postiza que nos anuncia la llegada de la cocina impostora, y que la define como aquella que se hace con latas, botes, congelados y tres cosillas que se pueden adquirir en cualquier súper  o incluso, me atrevería a afirmar, en alguna gasolinera, preferentemente las que abren 24 horas que están más surtidas para afrontar cualquier apuro. El autor  del libro ‘Grandes éxitos de la cocina para impostores’, editado por Plaza&Janes asegura que podrás chulear a tus invitados, que saldrán convencidos de que te has pasado toda la mañana en la cocina cuando no has cubierto ni los afamados 22 minutos de Julius. Además Falsaruis Chef se atreve a recomendar un decálogo del cocinero impostor donde el engaño debe cumplir una serie de requisitos para hacerlo creíble como, por ejemplo, esconder las latas vacías. La lectura de las recetas es divertida y amena. Basta con mencionar algunas para confirmarlo: arroz arrisotado a la Berlusconi, berberechos Sarkozyel, el foie en tiempos de crisis, ensalda de arroz a la putanesca (pero por necesidad, no por vicio), guiso marinero a la Obama, mejillones ¡hala! vinagreta o vodkata (el cóctel que se come). El propio Falsarius Chef, que garantiza que “uno sale henchido de orgullo y autosuficiencia” con estos menús, ha inmortalizado sus recetas con fotografías realizadas por él mismo, antes de atacar los alimentos. El autor, que ha publicado varios libros de gastronomía y una novela llena de cocineros famosos, rubias despampanantes y latas asesinas, nos reta a poner fin a aquella frase, que pasa de generación en generación, cuando acabada la velada le dices a tus invitados: “Estoy agotado, llevo todo el día metido en la cocina”.  Pero nadie se apiada de tu esfuerzo. | José L. Conde