Ana Carazo: “Con mis vinos quiero sacar la autenticidad de los viñedos de Soria”

Ana Carazo, viticultora y enóloga de la bodega La Loba
Ana Carazo, viticultora y enóloga de la bodega La Loba

La enóloga y viticultora impulsa desde hace siete años el proyecto “La Loba”, una bodega que nos revela uno de los tesoros vinícolas que pocos conocen de la Ribera del Duero

La Ribera Soriana guarda aún tesoros vitivinícolas que en otras partes de la Ribera del Duero se perdieron. Están ahí, latentes, esperando a quien decida recuperarlos y aprovechar todo su potencial, poniéndolos al día con criterio. Es el caso de La Loba, bodega de Matanza de Soria que la enóloga y viticultora Ana Carazo impulsa con plena entrega desde su creación hace siete años.

– La base de La Loba es apostar por la identidad histórica de los vinos de la zona, ¿no?

“Sí. No creo en producir vinos por producir vinos. Con esa línea de trabajo se pierde la identidad de las zonas y la calidad de los vinos. Ahí manda el dinero, no el producto. En Soria estamos en el olvido, y no porque no tengamos cosas que merezcan la pena, al contrario… Por ello, a mí me hace sentir contenta el hecho de estar asomando con mis botellas al mundo, mostrando el valor vitivinícola que tenemos en Soria. Estoy ayudando a dar valor a una zona espectacular y de la que me siento orgullosa. El vino lleva con nosotros muchos siglos, yo no lo veo como una máquina de dinero, lo veo como algo que ayuda a una comarca a vivir dignamente. Es parte de nuestra historia y de nuestra vida. Con La Loba defiendo eso, recuperando viñedo abandonado, continuando la vida de las cepas centenarias, trabajando los vinos de las formas más respetuosas y naturales, dando valor a este pedacito de Soria, a la complejidad que tenemos en nuestros suelos, moviendo la vida de las pequeñas aldeas.

Minifundio de la bodega La Loba en Matanza de Soria
Minifundio de la bodega La Loba en Matanza de Soria

– ¿Una de las claves es la utilización de variedades autóctonas?

“Utilizo Tempranillo, Albillo y algo de Garnacha. Pero además quiero ver los perfiles de cada pueblo, terminar de conocer lo que tengo alrededor para ir zonificando porque varía mucho. Las altitudes, los valles, los tipos de suelos, la climatología, viñedos en minifundio… Hay mucho por observar y descubrir.

No utilizaré variedades de fuera, lo que hay en cada zona por algo es. Apuesto por lo que tengo. Si quisiese elaborar con otra variedad que no fuese autóctona de Soria, me iría a la zona de dicha variedad a elaborarlo. Todo tiene un porqué.

He crecido en torno al vino, tanto en viñedo y bodega, como en su comercialización, y ahora es cuando me veo en el momento de poder desarrollar todo lo aprendido, ya sean aciertos o errores”.

– ¿De ambas cosas se aprende?

“Sí, he observado mucho, y por ejemplo en los viñedos ahora estoy muy centrada porque he ido viendo cómo se han usado muchos químicos, los suelos están compactados… Trabajo con la biodinámica para limpiar los suelos, revertir todo el daño hecho por nuestros antepasados, que no les quiero tachar de culpables. Bastante tenían los pobres que no hacían más que trabajar en el campo como animales, normal que si les diesen un producto que les iba a evitar andar con el azadón quitando hierbas lo usasen… Llevará tiempo la limpieza, que el suelo vuelva a respirar, pero es necesario porque las cepas lo piden a gritos. Pienso en ellas, busco su equilibrio, ya que el mejor regalo que nos darán serán unos racimos espectaculares para transformarlos en la mejor expresión, en vino.

He visto mucho, y lo que me queda por ver. Trabajé en muchas bodegas y me ha tocado hacer de todo. Con esto te quiero decir que siempre hay algo nuevo que aprender, muchos errores que cometer, pero me veo en el momento clave de probar, de tirar adelante con mi intuición gracias a toda la herencia que me han trasladado a mí alrededor”.

Carazo, en los viñedos de La Loba
Carazo, en los viñedos de La Loba

-Es llamativo ese reconocimiento generacional que hace…

“Es que hay que pensar que hace 200 años no había productos químicos y seguían bebiendo vino. El problema que tenían es que no sabían controlar temperaturas o la conservación posterior del vino, y la limpieza era casi nula. El problema no estaba en el viñedo, sabían que lo que tenían era bueno, muy bueno. A parte tenían una conexión con el entorno, la vida natural que ahora nosotros si nos despistamos lo perdemos.

Nosotros tenemos los controles de fermentación, más protocolos, productos y un montón de correcciones, que vienen de que en el viñedo hay un desequilibrio. Todos esos productos químicos de primeras son una solución, pero al quinto año has fastidiado lo que había y has generado un problema mayor que requerirá otro producto. Pasa con el vino, pero también con las lechugas, con la carne…

– ¿Cómo estructura su gama de vinos?

“El buque insignia es La Loba. Es el origen de mi proyecto, la herencia familiar, sin sus viñedos prefiloxéricos no hubiese podido comenzar con esta locura. De hecho, el nombre viene del apodo de mi abuela paterna, y el dibujo de la dulce ancianita es el recuerdo de mi abuela materna. A veces hay que mirar atrás para saber hacia dónde vas.

La Loba es un vino con estructura y frescura, serio pero con picardía, 100 % Tempranillo, envejecido en barrica de roble francés durante el tiempo que el vino necesite, al final todas las añadas son hermanas pero cada una tiene un carácter distinto. Rondan entre 6.000 y 7.000 botellas anuales.

Luego está La Lobita, la esencia de la juventud, mi apodo de la infancia entre los paisanos del pueblo, por ello es un vino joven, pero fermentado en barrica de roble francés de 500 litros, con la mezcla de las variedades Tempranillo y la blanca Albillo. Es un vino diferente, ya que necesita del tanino para poder aguantar toda su potencia. Por ello su contacto con la barrica, cosa que a la gente le despista un poco al principio, pero tiene una gran aceptación. Es una producción muy limitada, este año saldrán 1.400 botellas.

Trabajo con el 100% de cada añada, me gusta ver el potencial que tiene, esa huella de Loba pero con su diferenciación climatológica anual, lo veo como un regalo”.

Ana Carazo, con sus vinos
Ana Carazo, con sus vinos

– ¿Y cuáles serán las líneas de futuro de La Loba?

“Hacer más vinos de producción limitada, porque quiero sacar la autenticidad del viñedo de la zona, de los minifundios que tenemos. Estamos rozando los 1.000 metros de altitud, tenemos una gran complejidad de suelos, en una misma parcela te encuentras arena, arcilla y grava. Por ejemplo, La Loba y La Lobita salen exclusivamente de la aldea de Matanza de Soria, y estos vinos se diferencian tanto del resto de Riberas del Duero debido a estas características tan concretas, ‘yo juego con muchos ingredientes en la olla’, por eso sé lo que hay y quiero continuar descubriéndolo”.

La producción limitada es una virtud. De todas formas, ¿puede condicionar la viabilidad de la bodega?

“Todo cuesta, y este tipo de proyecto pues más, y no hablo de coste económico, hablo de coste de energía y tiempo. Viable es, lo único que no es fácil. De primeras si ya haces día a día lo que te gusta, ya te quitas parte de los condicionantes. El ejemplo lo tuve al empezar: La Loba entró directa en las cartas de los mejores restaurantes de España, poco a poco he ido abriendo camino en más zonas, se va conociendo, poco a poco, y ahora se plasma que donde entra se queda.

Todos buscamos la viabilidad, pero de forma rápida, cuando al final no hay que tener prisa. Haciendo las cosas bien todo es viable y todo llega. Yo valoro otras cosas. El dinero se necesita para lo que se necesita, pero lo que de verdad hay que buscar es lo que te llena”.

– ¿Y eso es…?

“A mí me llena poder contribuir a darle un giro a un pueblo como Matanza, de 38 habitantes y que todo el mundo pensaba que desaparecería. A la gente le ha cambiado la expectativa. Me llenó de alegría escuchar a mi padre decir que Matanza al final no morirá en el olvido, como muchos pueblos en Soria. Ves que las administraciones no ayudan, que todo va al pueblo más grande y que el tuyo queda casi apartado… Yo apuesto por dar valor a lo pequeño, este es mi camino, y quien quiera que me siga, la Puerta Verde de La Loba está abierta. Quizá estos aspectos sentimentales y emocionales llenan más que otras cosas. ¿Esto hace que mis pasos sean más pequeños? Sí, pero no veo necesario correr”.