Las primeras parras se plantaron en Gran Canaria en 1507

Manuel Lobo afirma que las primeras parras que se plantaron en  Gran Canaria en 1507 eran cepas Fogoneu, de tinta y autóctona de Mallorca Foto: J.L.C.
Manuel Lobo afirma que las primeras parras que se plantaron en Gran Canaria en 1507 eran cepas Fogoneu, de tinta y autóctona de Mallorca Foto: J.L.C.

Catalina de Rusia y Federico de Prusia brindaron con la producción insular

La vid y el vino representan desde hace cinco siglos al patrimonio cultural de Gran Canaria, recordó este viernes Manuel Lobo Cabrera, doctor y catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, a los asistentes de las III Jornadas del Paisaje del  Cabildo que clausura el presidente insular, Antonio Morales, con la entrega de los premios a entidades, organismos y personas que han destacado por su labor en defensa  y mejora del territorio insular.

Manuel Lobo expuso que las primeras parras que se plantaron en 1507 eran cepas Fogoneu, de tinta y autóctona de Mallorca, que conseguían unos vinos jóvenes que soportaban muy bien el calor y los golpes del trayecto en barco hasta los destinos europeos, donde eran muy apreciados, especialmente por los consumidores de Inglaterra, que los preferían a los portugueses y Catalina de Rusia y Federico de Prusia brindaban con botellas de producción insular.

En las casas de los primeros colonizadores nunca faltaron los viñedos, sobre todo en las medianías de la isla, y con el comienzo de la viticultura propició cosechas de alta calidad abastecer a la población y exportar los excedentes en barcos, expuso Lobo en estas jornadas que organiza la Consejería de Política Territorial y Paisaje.

Viñedos
Viñedos

La economía vitivinícola mantuvo su predominio hasta mediados del siglo XIX y los terrenos más propicios eran donde agarraron con más fuerza las cepas, en los terrenos que eran espacialmente “marrones y pardos, pedregosos y bien drenados de las laderas suaves”, explicó Lobo, que también fue rector de la Universidad.

Fue en 1520 el año en los vinos grancanarios se exportaban a Sudamérica y en 1564 se vendían “más de 6.000 botas de vino”, porque los vinos canarios no se estropean en su viaje en barco, a diferencia del peninsular.

En estas jornadas sobre paisajismo participan una veintena de expertos, como la enóloga del Cabildo, Rosa Hernández, que expuso que el Consejo Regulador controló en 2017 la producción de 460.000 kilos, de los que el 70 por ciento se procesó como vino tinto y el 30, como blanco. Santa Brígida es el municipio con más terreno de cultivo, seguido de Las Palmas de Gran Canaria y Vega de San Mateo.

La enóloga explicó que en los años 70 los vinos grancanarios eran prácticamente desconocidos fuera de la Isla y su consumo solo estaba destinado al consumo local de la producción de las primeras bodegas en Monte Lentiscal, a los se fueron uniendo pequeños viticultores de otras zonas.

La primera entidad oficial de la D.O. fue Monte Lentical, en 1999, que reconoció los vinos producidos en el paraje protegido de Tafira y que se unió en 2006 a la D.O. de Gran Canaria, que representa a todas las zonas vitivinícolas repartidas en las 250 hectáreas cultivadas, de las que el 50 por ciento están registradas en el Consejo Regulador, que representa el 90 por ciento de la producción de los más de 300 viticultores de las 70 bodegas, de las que solo 54 se encargan de embotellar.